Raising Hope ha vuelto. Por un momento pensé que el Bro-gur (el yogur sólo para hombres que inventa Burt) iba a triunfar y los Chance se iban a forrar. Sería como Roseanne y eso no moló. Andrew Dice Clay repite cameo tras El séquito para presumir de camiseta con su nombre y de acortarse él mismo las chaquetas. Burt, al verle, dice emocionado: "Su casete estuvo atascada en la radio de mi coche diez años". El cómico decidirá qué invento gana en una especie de convención que huele a concurso amañado. También a esa Ciudad Esmeralda (todo es verde) a donde van los protagonistas de El mago de Oz con sus sueños. "Sigan la alfombra amarilla hacia las mesas", se le oye decir. Al bebé Hope le plantan unos zapatitos rojos como los de Dorothy. La bisabuela amnésica corretea con una crema de aguacate, un helado a punto de derretirse y un cono negro de la calle en la cabeza, como la malvada bruja. Y, claro está, el hombre tras la cortina, tras el supuesto mago-Andrew Dice Clay, es un estafador de poca monta que les va diciendo a cada uno lo que, sin saberlo, han ganado: Burt darse cuenta de que tiene cerebro, como el Espantapájaros; Virginia que tiene corazón, como el Hombre de Hojalata, y Andrew (Ethan Suplee vuelve), que no ha tenido miedo, como el León. Tras la aventura, la familia se une frente al televisor dudando si ver o no El mago de Oz. "There's no Place Like Home", dice Jimmy, aludiendo al final de la película de Victor Fleming.
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