9.4.13

Mad Men 6x1: el infierno de Don Draper


El regreso de Mad Men, como ocurrió en la quinta temporada, ha vuelto a ser algo confuso. La muerte ha sobrevolado todo el episodio y al mismo tiempo nunca hemos visto tanto color en la serie de Matthew Weiner: esos vestidos retro, esos modernos muebles para la sesión de fotos publicitarias de sus protagonistas, Hawai en todo su esplendor… Mientras en Nueva York es Navidad y nieva, me impacta visualmente y me sigue extrañando ver el cielo abierto, la playa, a Don con bañador y un cóctel azul en la mano, en vez de su anticuado Old Fashioned y su acartonado traje (ahora algo más pesquero). Como ocurriera con aquel viaje libertador a Los Ángeles, Draper pasa unos días de vacaciones en Hawai intentando de nuevo reencontrarse. Pienso que la única diferencia es que esta vez, al lado de Megan, no es infiel, una de las grandes incógnitas de la temporada pasada. Nos despedimos de Don sentado en una barra con una desconocida que le preguntaba si estaba solo. ¿Volvería Don a dejarse llevar por sus bajos instintos? Qué equivocada estoy. Weiner nos la cuela bien colada al final del episodio, cuando descubrimos que si estaba leyendo El infierno, de Dante, es gracias a la mujer de su nuevo amigo, un médico que lo idolatra. Don no se conforma con una canita al aire, con una joven. Se echa una amante, que está cerca de él, que tiene un hijo en la Universidad. Volvemos a entender, una vez más, que este hombre tan perfecto (por mucho que así lo crea el médico), no lo es en absoluto. No es feliz y, lo peor de todo, nunca lo será. Cuando ella le pregunta en la cama qué le pide al nuevo año, él al menos es sincero: "Dejar de hacer esto". El amor está en el aire, como se lee en uno de los eslogans, pero no precisamente en la vida de Don.

Don es un desgraciado, como también lo es Sterling. Sterling, ese clon en viejuno de Don, ha tocado fondo (ya estaba descendiendo en picado en la pasada temporada). Pero al menos Sterling intenta reconducir su vida, con esas visitas surrealistas al psicólogo (Roger, lo sabemos, es el que le da la pincelada humorística a Mad Men). Mientras, Don no responde a una sola pregunta en todo el episodio, tan hermético que resulta desagradable. Como Don (que vuelve a ser infiel), Roger intenta aferrarse a lo conocido (cuando se insinúa a su ex) y también se enfrenta a la muerte. A Don, que no sabe cómo se llama su conserje, le impacta ver su desvanecimiento tan de cerca (le pregunta cómo es el cielo, ya que el infierno, y no el de Dante, es lo que está sufriendo él). A Roger le sorprende más ver a su histérica secretaria llorando que la muerte de su propia madre (vaya cuadro de familia en el funeral, por cierto, viva la cana y la longevidad) y rompe a llorar cuando se entera de la muerte de su limpiabotas. En el fondo, ambos, Don y Roger se sienten viejos, y cansados, como fuera de lugar, como si ya no les importasen a nadie. De hecho, Joan ni aparece en el funeral, su amada Joan, a la que estaría mirando siglos en aquella escalera mientras posa para el fotógrafo. Muy poco papel para Christina Hendricks en estos dos primeros episodios de la sexta temporada, una pena.

Si os fijáis, en los momentos más vulnerables de Don de este episodio, Sterling está muy cerca. El sol le quema la cara (qué tiempos aquellos en los que era chic tostarse como un cangrejo) y al llegar a la oficina Sterling le saluda. Cuando vomita el alcohol ingerido (lo Old, lo anticuado) está en el funeral de la madre de Roger. Cuando pierde los papeles con un cliente (menos mal que su odiado Pete siempre está ahí, lo que son las cosas) también tenemos a Roger a la mesa. Se vuelven a repetir varios esquemas ya vistos en la serie. No sólo por el viaje a Hawai. La muerte de la madre de Roger me recordó a la del padre de Pete. El zippo que vuelve una y otra vez, recordándole a Don su pasado y quién es en realidad (a falta de Anna nos sacamos de la manga otro deja vu). Su mujer Megan volviendo a exigir su aprobación y con casi, casi, un bailecito como el famoso (que yo odio) Zou Bisou Bisou. Me extraña volver a ver a Betty gorda (pobre January Jones) y de morena (lo que la faltaba). Las ganas que tengo de que adelgace y vuelva a entrometerse en la vida de su ex marido (que, por cierto, pasa millas de sus hijos, ¿no?). Betty le echa ovarios y se mezcla con los beatniks de Nueva York (aunque esto está bastante mal hecho, la verdad, ¿un goulash?). Betty está más aburrida que una ostra y seguramente, sin perder su estatus, le encantaría volver a vivir esa vida divertida y hedonista. Otra que no acaba de arrancar es su hija Sally (¡vamos!). Por cierto, la conversación entre Betty y su marido el político sobre violar a la niña es una de esas escenas que jamás veremos en una serie contemporánea.

Y dejo para el final a la gran Peggy Olson, mi personaje favorito. No sale tan afeada como Betty, pero la vemos como Don, como una señora mayor a pesar de su edad. Su novio es un hippie, pero ella echa sus horas, se esfuerza, lucha por hacer un gran trabajo, por marcar la diferencia, como también intenta Don. Nunca antes me habían parecido tan iguales. Ella sigue buscando ser como él, craso error. Se intenta inspirar escribiendo una nota como haría su ex jefe. Luego se da cuenta que su sitio ya no es en el pasado, que el futuro podría ser Ted, su nuevo jefe, que está colado por ella y que le felicita por saber actuar en un momento de crisis (además de recordarle que ella es ahora la jefa). Mientras Don se desmorona y vuelve a las andadas, Peggy sigue ascendiendo como la espuma. Pero Peggy debe andarse con ojo, porque sigue buscando la aprobación de un hombre. Y no la necesita. ¿Cuándo aprenderá? Sterling comenta en este episodio que por más que abre ventanas y puertas éstas se cierran detrás de él. Que no sabe a dónde va. Que no le encuentra sentido a su vida. Don y Peggy y Betty también se sienten así aunque no lo expresen. Son nuevos tiempos, nuevos retos, y de nuevo deberán tomar partido. La sexta temporada tendría que juntar de nuevo a Don y a Peggy, y deberíamos, de una vez, ver a Megan salir por esa puerta de la que tanto habla Roger. Y que se cierre. Y que no vuelva nunca más.

Sobre el final de la quinta temporada.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien tu análisis de los episodios de la nueva temporada, aunque yo solo he visto el primero.m

David Peñasco Maldonado dijo...

Muy bien, Marilo. Has conseguido acabar una reseña de Mad Men sin usar los adjetivos "retrógrado", "misógino" o "machista". Todo un logro. Pero no puedes evitar poner a parir a Megan. Le daremos un suficiente al post. Veremos si mejora la cosa en los siguientes.

Mariló García dijo...

Odio a Megan, así es.

Anónimo dijo...

Además de ser un excelente serie , me parece que Mad Men 6 ha impuesto moda, regresó los años 60a la época actúa y ha inspirado a muchas colección de grandes diseñadores, sin duda todo lo que rodea esa serie es fantástico

Fernandglez dijo...

Megan me parece un personaje que llegó en un momento perfecto. La psicodelia y el hipismo llegan a Mad Men, y esto desconcierta a sus personajes, sobre todo a Don. Que le pongan una nueva mujer, más jóven, dinámica y totalmente diferente a lo que fue Betty me parece genial y acertado.

Creo que la serie avanza de una manera realista, con una temporada en la que la sensación de angustia impregna todos los episodios, con unos personajes inmersos en una época convulsa y violenta de la historia como es la guerra del Vietnam.