1.3.14

Critica Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!, la comedia del año viene de Francia

Se acaba de llevar cinco de los 10 premios Cesar a los que optaba: mejor película, ópera prima, director, guión y montaje. Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!, de Guillaume Gallienne, no es sólo la mejor comedia que ha parido Francia desde hace años, es posiblemente la comedia de año. De esas que apetece volver a ver. Se estrena en España el 28 de marzo.


Crítica. Para hacer esta comedia hay que ser un auténtico cachondo. Hacía tiempo que no me reía tanto con una película francesa que aún siéndolo –el polifacético Guillaume Gallienne hace gala de lo galo– traspasa fronteras con su humor. Gallienne se ríe de sí mismo, de su familia ausente, de los estirados franceses, de los estrictos ingleses y, atención al dato, de los fiesteros españoles, en concreto, esos gaditanos que le enseñan a bailar flamenco en una de las partes más hilarantes del filme. Llena de tópicos en lo superficial, esta ocurrente propuesta esconde un doloroso mensaje con cuya ambiguedad Gallienne hace malabarismos para no caer en el melodrama. Hay pinceladas efectistas, claro, que para eso la historia surge del teatro; grandes dosis de surrealismo –lo da la nobleza del protagonista– y mucha, mucha comicidad en los momentos más inoportunos. A pesar del equívoco título, una de las comedias del año.

Más info.
En la película está ella. Ten cuidado con mamá. Esa señora enjoyada, altiva, que trata a sus hijos con cierta indiferencia, sobre todo, a uno de ellos, Guillaume, al que aparta de sus hermanos al llamarlos para la cena: Guillaume y los chicos... ¡a la mesa!, el también ambiguo título de esta comedia francesa, un brutal puñetazo a la identidad sexual del protagonista. ¿cómo dudar de la mujer que admiras, tu madre, y no creer que eres diferente? El polifacético Guillaume Gallienne versiona su propia obra teatral –premio nacional de teatro de Francia 2010– con tintes autobiográficos, en la que interpretó a todos los personajes. “Me decían: ‘No se te ocurra hacer lo mismo, ¿no ves cómo ha acabado Eddie Murphy con esos retos megalomaniacos?”, comenta. Gallienne decidió quedarse con los dos papeles principales para narrar, confiesa, “lo que es una declaración de amor a las mujeres y, en concreto, a mi madre”. Sensible e ingenuo, Guillaume vive situaciones disparatadas –verle bailar sevillanas en Cádiz es pura carcajada– porque no tiene malicia, porque se empeña en ser quien no es. “No es ser afeminado, es ser femenino”, dice Gallienne, que lo compara con el Jack Lemmon de las películas de Billy Wilder: “Aunque Lemmon nunca imitó a Sisí”. [Crítica e info publicadas en Cinemanía marzo]

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