
Ha vuelto Jon Hamm con esta cara de poker ¿o de Joker? Porque tras esa máscara esconde a alguien muy muy perverso (sólo nos faltó escuchar decirle a la puta: 'Pégame'). Así termina el primer episodio de la cuarta temporada de Mad Men, con un Don Draper, sonrisa de oreja a oreja, henchido de orgullo, un poco loco, dispuesto a confesar, largándoselo todo a un periodista, los nuevos sacerdotes, o psicólogos, depende cómo se mire. ¿Quién es Don Draper? oimos al comienzo. La respuesta la sabremos en el próximo episodio, después de la publicidad. Lo que sí contesta el epi es ¿dónde está Don Draper? Vive solo, tiene chacha a la que no aguanta ("no me cambies de sitio las cosas"), vive en la completa oscuridad sólo con el televisor encendido -aunque no esté en casa. Como si lo único que existiera fuera eso: la TV, sus anuncios. "Mi trabajo habla de mí", intenta convencer a los jefes. "Tu trabajo es convertir el éxito creativo en negocios", le contestan.
Vamos, que ya puedes venderte. Don Draper es su mejor producto. Siempre lo ha hecho, pero contaba con la mujer perfecta, los hijos perfectos, la empresa perfecta. Ya no. Su mujer anda con otro que, en realidad, no quiere a sus hijos (sólo se desinhibe cuando ellos no están), algo de lo que se da cuenta la pequeña Sally (Kiernan Shipka), que ya es una mujercita (y que apunta maneras). La madre de Henry, muy Soprana ella, no tarda en afirmar: "Tu mujer, Henry, es tonta". Y Henry traga. Pero Don, no. "Créeme Henry, todo el mundo piensa que es temporal". ¿Hablaban de la casa o de su matrimonio? Después de su confesión: ¿entrará en sus planes recuperar a Betty (January Jones)?




La patada de Don Draper a una de las sillas en la reunión de crisis, presagia grandes cambios. Éste ha sido un episodio en el que metafóricamente (y no tanto) se han abierto y cerrado muchas puertas. Muerto Kennedy, las cosas están cambiando. Don Draper confía en hacer anuncios como si de películas se tratara, como si el creador de Mad Men, Matthew Weiner, nos dijera: esta serie es cine. Me he quedado con ganas de ver más: a la voluptuosa Joan (Christina Hendricks, qué vestido, a la izquierda), por ejemplo. ¿Conseguirá deshacerse de ese novio canalla? Y a Jared Harris, me encanta su estricto y realista Lane Pryce, el único con los pies en la tierra (el otro, Cooper, lleva calcetines). Echaré de menos a Salvatore, Bryan Batt, el personaje gay. Don Draper ha vuelto, pero ¿quién es Don Draper?
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