28.7.10

Mad Men 4x1, el hombre de la ciudad sin nombre. Don Draper como ¿el Joker?


Ha vuelto Jon Hamm con esta cara de poker ¿o de Joker? Porque tras esa máscara esconde a alguien muy muy perverso (sólo nos faltó escuchar decirle a la puta: 'Pégame'). Así termina el primer episodio de la cuarta temporada de Mad Men, con un Don Draper, sonrisa de oreja a oreja, henchido de orgullo, un poco loco, dispuesto a confesar, largándoselo todo a un periodista, los nuevos sacerdotes, o psicólogos, depende cómo se mire. ¿Quién es Don Draper? oimos al comienzo. La respuesta la sabremos en el próximo episodio, después de la publicidad. Lo que sí contesta el epi es ¿dónde está Don Draper? Vive solo, tiene chacha a la que no aguanta ("no me cambies de sitio las cosas"), vive en la completa oscuridad sólo con el televisor encendido -aunque no esté en casa. Como si lo único que existiera fuera eso: la TV, sus anuncios. "Mi trabajo habla de mí", intenta convencer a los jefes. "Tu trabajo es convertir el éxito creativo en negocios", le contestan.

Vamos, que ya puedes venderte. Don Draper es su mejor producto. Siempre lo ha hecho, pero contaba con la mujer perfecta, los hijos perfectos, la empresa perfecta. Ya no. Su mujer anda con otro que, en realidad, no quiere a sus hijos (sólo se desinhibe cuando ellos no están), algo de lo que se da cuenta la pequeña Sally (Kiernan Shipka), que ya es una mujercita (y que apunta maneras). La madre de Henry, muy Soprana ella, no tarda en afirmar: "Tu mujer, Henry, es tonta". Y Henry traga. Pero Don, no. "Créeme Henry, todo el mundo piensa que es temporal". ¿Hablaban de la casa o de su matrimonio? Después de su confesión: ¿entrará en sus planes recuperar a Betty (January Jones)?

Recorremos con los Mad Men las nuevas oficinas. Si os fijais los títulos de crédito han ido a toda leche. Crecen los protagonistas en esta nueva temporada. Don Draper es sólo la punta del iceberg. Él hace piña, pero todos dependen de Lucky Strike (71% de las ventas recuerda un estricto Lane Pryce) y de sus "formas" al vender el producto. Las cosas han cambiado, pero ojo, traen consecuencias: vender un jamón con dos mujeres pegándose por él o promocionar bikinis insinuando un top less podrían acabar con la empresa...
El hombre de la ciudad sin nombre es un tipo misterioso. "Deja de ser modesto", le recomienda Sterling. Y es un Día de Acción de Gracias cuando Don Draper no tiene nada que agradecer. No quiere una nueva pareja con la que pasar el día, quiere a su mujer, a sus hijos, a su familia. No quiere seguir produciendo anuncios si no crearlos, arriesgar. Ni en los personal ni en los profesional se siente a salvo. "Un eslogan no es nada cuando tienes una buena idea". Paradoja: ¡qué gran eslogan! Don Draper no será nada si no acierta a comprender quién es.
Don lo sabe: puede competir contra Henry por conseguir a su mujer, pero no puede competir contra Young and Rubicam, los grandes. Su fiel Peggy (¡qué gran momento el del teléfono y la (con)fianza!) es la única (como siempre) que le habla clarito. "Todos estamos aquí por ti y lo que queremos es complacerte". Toma ya! Ellos son ahora tu familia, Don, y es por ellos por los que tienes que apostar.


La patada de Don Draper a una de las sillas en la reunión de crisis, presagia grandes cambios. Éste ha sido un episodio en el que metafóricamente (y no tanto) se han abierto y cerrado muchas puertas. Muerto Kennedy, las cosas están cambiando. Don Draper confía en hacer anuncios como si de películas se tratara, como si el creador de Mad Men, Matthew Weiner, nos dijera: esta serie es cine. Me he quedado con ganas de ver más: a la voluptuosa Joan (Christina Hendricks, qué vestido, a la izquierda), por ejemplo. ¿Conseguirá deshacerse de ese novio canalla? Y a Jared Harris, me encanta su estricto y realista Lane Pryce, el único con los pies en la tierra (el otro, Cooper, lleva calcetines). Echaré de menos a Salvatore, Bryan Batt, el personaje gay. Don Draper ha vuelto, pero ¿quién es Don Draper?

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